Tras dejar al hermano de mi novia en el Aeropuerto para que se vuelva a Santiago de Compostela, y tomar algo, estoy haciendo las prácticas para entregar mañana, día en el que asistiré a la última clase de la interminable carrera. Por Mónaco (pronto publicaré el relato del viaje; ya está disponible la guía personalizada), todo de puta madre; éramos un equipo perfecto para un viaje perfecto, y así ha sido: ha salido todo genial, volviendo a conseguir callarle la puta boca todos los putos envidiosos … en fin … Lo dicho, que todo muy bien; ahora, en cuanto dentro de unas horas vaya a lo que será mi última clase de la carrera, me pondré manos a la obra con la siguiente escapada, que empezará en Suiza y terminará en San Marino y Bolonia (Italia); la verdad, es que está muy complicado porque cualquier desplazamiento en estos países, por pequeño que sea, resulta carísimo, y la economía no está muy bien, que digamos. Según vaya habiendo novedades, ya os iré contando …
Archivos diarios: 25 mayo, 2009
Ya he vuelto de Mónaco … como siempre, impresionante
Ya he vuelto de mi breve escapada a Mónaco, que he realizado coincidiendo con la celebración del Gran Premio de Fórmula 1. La verdad, es que todo ha salido muy bien, aunque hubiera sido un viaje redondo, si al final de la carrera hubiéramos escuchado el himno español, pero no pudo ser así, y otra vez tuvimos que oír el británico, a favor de Button.
Dado que en esas fechas, resultaba imposible volar a Niza directamente, nosotros aprovechamos una oferta de Ryanair, y comenzamos nuestra aventura en Bergamo, tras una salvaje noche de copas en Madrid; aprovechamos así, el avión para dormir y recuperarnos un poco, antes de la corta visita a esta singular ciudad italiana. La verdad, es que Bergamo no tiene mucho que ver, sobre todo cuando ya has visitado muchas otras ciudades italianas, pero aún así, no deja de tener su encanto; este encanto reside fundamentalmente en la parte elevada de la ciudad (Città Alta), dónde además del contraste paisajístico debido a la topografía, podemos disfrutar de las fortificaciones venecianas (tras la destrucción de la villa romana a manos de Atila), el Palacio Terci, la Capilla Colleoni, la Iglesia de Santa María la Mayor, varios palacios y algunos miradores. Se accede fácilmente en bus o en funicular (sale desde dónde te deja el bus que viene del aeropuerto).
Desde la estación, salen frecuentes trenes a Milán Central, desde donde nosotros tomaríamos otro tren a Niza; así, por poco más de 30 € (ofertas en www.trenitalia.it con antelación) conseguiríamos llegar a Mónaco o Niza, cuando el precio con Air France o Iberia no bajaba de los 700 €. Ya en Niza, aprovechamos para dar un pequeño paseo (no disponíamos de mucho tiempo, ya que el tren se paró en la frontera, y llegó con mucho retraso), y tomar algo para reponer fuerzas en la bella playa, de piedras, eso sí!!! Desde la estación hasta el famoso paseo marítimo (Promenade des Anglais), se extiende la zona moderna de la ciudad; al final de dicho paseo, y a ambos lados de una colina (cementerio y varios miradores) está el casco histórico y el pequeño puerto.
Llegada la hora indicada en nuestro planning, tomamos otro tren a Monte Carlo (alrededor de 3 €, comprándolo por Internet en la web de los ferrocarriles franceses: www.sncf.com). Pensábamos que iba a hacer mal tiempo o incluso llover (íbamos provistos de varios chubasqueros y plásticos), pero lo cierto es que hacía mucho tiempo que no pasaba tanto calor, así que habría que encontrar rápidamente un súper o un centro comercial abierto para comprar líquidos. Primero tomamos algunas fotos desde el Boulevard Rainier III (al salir de la estación) maravillados con el ingenio arquitectónico de la zona. Continuamos hacia el Oeste, para llegar al Club de Tenis de Mónaco, desde dónde también se tienen muy buenas vistas del Estadio de Fútbol Louis II; luego, haciendo uso de los múltiples ascensores públicos que hay repartidos por todo el Principado, bajamos hasta el Puerto de Fontvieille, dónde sabíamos que había un Carrefour y los precios no serían demasiado abusivos; así fue, y aprovechamos para comprar varios litros de agua, cervezas y bebidas energéticas.

Saciada nuestra sed, continuaríamos hacia la Condamine, y dado que en ese fin de semana todo está permitido, atajamos por los túneles que pasar por debajo del Palacio Principesco. Salimos directamente a la Curva de La Rascasse; impresionante el ambiente; nos quedamos un rato atontados con los cochecitos que por allí se lucían y recorrimos el trazado del circuito urbano, analizando los detalles de cada curva, subidas, bajadas, entrada al túnel, … Por fin, llegamos al Casino de Monte Carlo, y ya los Ferraris, nos parecía coches normalitos, en comparación con el poderío que allí se exhibía. Volvimos a bajar por el lado contrario, y nos quedamos hasta bien entrada la madrugada en los numerosos pubs improvisados en los alrededores del Puerto.
Casi amanecía, cuando llenos de cerveza decidimos que era buena hora para encontrar un sitio apropiado en el Sector Rocher, cenar algo y descansar (malamente, en pendiente), para mantenernos despiertos durante las carreras del día siguiente. Apenas dormí, y pude ver, como durante el espectáculo que resulta ver amanecer en Mónaco, los pubs daban paso a los coches de limpieza, y estos a su vez, a los coches de seguridad que inspeccionaban cada metro del circuito. Pronto se cerró el trazado del circuito al tráfico rodado normal, y pudimos ver como ya había cientos de personas a nuestro alrededor … pero aún quedaban muchas personas diseminadas por las calles de Mónaco, que afectadas por la cerveza, tarareaban algo parecido a un himno en sabe Dios qué idioma. Nosotros sólo pensábamos en que toda esa gente en algún sitio se tenía que meter, y efectivamente, ocurrió lo que nos temíamos: una avalancha humana se apoderó de todo el monte que constituye el sector Rocher … si levantabas un pié, ya había una cabeza; si quitabas una mochila, ya había un niño; si ibas al baño, en tu sitio había cuatro personas … Pero bueno, me lo pasé genial; muy buen rollo en todo momento, y sabía que al finalizar la carrera, podría dormir tranquilamente, primero en el próximo tren, y después en uno de los mejores hoteles que teníamos reservado en Marsella.
Las carreras, se celebraron con normalidad; impresiona mucho el rugir de los motores, la forma en la que se arriesgan los pilotos del GP2, y el ruído que se adueñó de todo el Principado cuando empezaron a correr los grandes de la Fórmula 1. Como ya he dicho antes, hubiera estado bien que ganase Alonso, pero no pudo ser; por lo menos puntuó, y no se salió ni tuvo que abandonar, ni nada de eso, que ya es difícil de por sí, en un circuito de estas características.
No éramos muy conscientes de la cantidad de gente que había, hasta que no finalizó el Gran Premio; todas las calles estaban inundadas por afluentes humanos que desembocaban en un gran río que se dirigía a la Estación de Tren. Nosotros esperamos un poco a que aquello se desalojara, y volvimos a recorrer algunos tramos del circuito, comprobando el desgaste de los neumáticos, las apuradas de algunos pilotos, … Finalmente, tras un breve descanso en los Jardines del Casino, nos dirigimos nosotros también a la estación, para tomar un tren a Marsella; lo malo, es que no pudimos coger el directo, sino que tuvimos que hacer escala en Niza, y ahí coger uno que iba a Luxemburgo, así que el miedo a pasarnos de estación, hizo que no durmiéramos ni un poco.
Por fin, algo antes de las once de la noche, llegamos a la estación central de Marsella (Saint-Charles); aún teníamos fuerzas para recorrer un poco las calles principales, los alrededores del precioso Puerto Viejo, el Arco del Triunfo, subir a ducharnos, y bajar a tomar algo a los pocos bares que quedaban abiertos. Tras unas cuantas cervezas, subimos a la habitación a cenar, y a dormir algo menos de dos horas, para al día siguiente recorrer Marsella.
Así, pues por la mañana muy temprano, nos acercamos al Estadio, a la Catedral, a los fuertes que dan entrada al Viejo Puerto, a la Basílica de Notre-Dame de la Garde, y vuelta a la Estación, desde dónde tomaríamos un bus al Aeropuerto de Marsella MP2, y vuelo (nuevamente, oferta con Ryanair) directo a Madrid.
Quizás fue en Madrid, dónde más empezamos a notar el cansancio acumulado; nos quedábamos dormidos en cualquier parte: en el Metro, comiendo, en el sofá, viendo la tele … Así que, decidimos poner fin a esta maravillosa escapada en el mismo bar que habíamos empezado hacía cuatro días; finalmente, acompañé al hermano de mi novia al Aeropuerto de Barajas (él debía tomar otro avión a Santiago de Compostela), y me quedé tomando algo con otro colega, comentando la jugada, y atreviéndome a pensar ya en futuras escapadas.