Acabo de llegar de dejar al hermano de mi novia en el Aeropuerto de Barajas (para que vuelva a Santiago de Compostela), lo cual pone fin a esta reciente escapada. El viaje no fue muy largo, pero sí muy intenso, como ya viene siendo costumbre en mis escapadas. Empezamos por Dublín (recordemos que a finales de Enero iba a ir a Dublín a celebrar el cumpleaños del hermano de mi novia, y si se podía, pasar unos días en Londres también, ya que el no lo conocía; pero el viaje hubo que aplazarlo hasta después de mi examen de Geofísica), destino inicial en el que celebraríamos el cumpleaños y mi sobresaliente, asistiendo a un concierto de una banda alemana en el RDS que días antes de partir se canceló; los billetes ya estaban comprados, así que salimos hacia Dublín a primera hora de la mañana con Ryanair (también hay buenas ofertas, aunque no tanto, con Aer Lingus). Aprovechamos para ver la zona de la desembocadura del río Liffey, el Muro de U2 y los primeros estudios de dicho grupo (Windmill Lane Studios); Luego bajamos hasta el Jardín Botánico Nacional, para ver la estatua y casa de Oscar Wilde, y de ahí, pasando por el Trinity College, ya fuimos hacia el Pa
rque de St Stephen’s, cerca del cuál tendríamos nuestro hotel (Jackson Court); el hotel, lo cogimos bastante céntrico, económico (desde 30 € la doble con desayuno), y en una zona de ambiente nocturno, tanto que por la noche los bajos del hotel se transforman en una especie de after discoteca pub … Dejamos las cosas en el hotel, y bajamos a dar una vuelta por la famosa Grafton Street y las orillas del Liffey, para acabar tomando Guinness en el megaconocido Temple Bar (bastante caro, por cierto); allí, los pubs cierran bastante pronto (entre las 23:00 y las 01:30 dependiendo del sitio y del día que sea), así que cuando nos echaron del Temple Bar, nos fuimos en busca de algún sitio nuevo, pero sin éxito, así que acabamos en el hotel, donde para nuestra sorpresa, había medio Dublín haciendo cola para entrar; gracias a las tarjetas de las habitaciones cons
eguimos acceder al hotel, y pasar la noche en la discoteca de sus bajos. Al día siguiente, el cansancio y la resaca eran los protagonistas, así que un paseo por O’Connell Street, y bus al Aeropuerto (las líneas 41 y 16A son las más baratas), donde pensábamos comer algo e igualar el pH; y así fue, algo de picar, y unas cuantas Guinness antes de tomar un vuelo a Sandefjord, al Sur de Oslo. Sandefjord, es un típico pueblo noruego de pescadores, con sus casitas de madera rojas en el puerto, pero la verdad, es que no tiene mucho que ver; Así, pues, decidimos ir a Oslo; hay autobuses rápidos directos (unas 300 NOK ida/vuelta) o trenes (unas 360 NOK comprando por Internet con antelación); ambos duran aproximadamente una hora y media hasta la Estación Central de Oslo. En Oslo, es interesante recorrer toda la calle Karl Johans Gate desde la Estación Central hasta el Palacio Real, pasando por el Parlamento y por el Teatro Nacional; de ahí (a medio camino entre el Palacio Real y el Teatro Nacional), se puede tomar una calle diagonal hasta la Plaza del Ayuntamiento, enfrente del puerto; Todo el trayecto, dura alrededor de una hora, así que se puede hacer bien andando, sin necesidad de tomar metro o tranvía. Desde el Puerto, se tienen buenas vistas de la Fortaleza Akershus, a la cual, se puede acceder bordeando el puerto por la izquierda, empleando unos 15 minutos más a pie.
Después decidimos ir al, también muy conocido, Vigeland Park; se puede ir andando (unos 40 minutos), o en Metro (os bajáis en Majorstuen, avanzáis unos 50 metros y giráis a la derecha por la gran Avenida Kirkeiveien; unos 5 minutos andando y os encontráis en la entrada principal del Parque). Son preciosas todas sus estatuas y algunos lagos, pero sobre todo, el Monolitten, una gran columna granítica con figuras humanas entrelazadas, esculpidas todas en la misma pieza.
Ya, para ir terminando nuestra aventura en Oslo, subimos hasta Holmenkollen, desde donde hay unas preciosas vistas de todo el Fiordo de Oslo (el propio metro lleva hasta arriba, y está en la misma zona que Oslo). Efectivamente, la belleza de las vistas, hacía que se nos olvidasen los 16 grados bajo cero que allí marcaban los termómetros. Si váis con tiempo, adquirir una tarjeta de un día para el metro, y pasar una mañana deslizándoos desde la última estación hasta Holmenkollen (volviendo a subir en metro); es lo que la gente de allí hacía.
Finalmente, fuimos al Estadio Ullevaal (parada de metro, con el mismo nombre, enfrente del estadio), rápida visita, compramos unas camisetas, y regresamos a la Terminal de Autobuses (al lado de la Estación Central de trenes; fácil orientación, gracias al elevado hotel Radisson SAS). Volveríamos al Aeropuerto de Oslo Torp, desde donde tomaríamos un vuelo a Londres Stansted (también, con Ryanair; muy baratos, y hay 4/5 al día). Era tarde, así que dormimos un par de horitas en el Aeropuerto (buenos sitios bajo los mostradores de EasyJet, y bajos los carteles publicitarios de las columnas centrales), desayunamos bien (el bar del aeropuerto está abierto durante toda la noche, todos los días), y cogimos un tren al centro de Londres (si reserváis desde la página de Ryanair, os saldrá mucho más barato; al llegar a St
ansted, sólo tenéis que meter la tarjeta en la máquina, y os da los billetes). Llegamos a Liverpool Street, y lo primero que hicimos, fue comprar un pase de un día para el transporte; Londres es una ciudad muy grande, con mucho que ver, así que si os váis a mover mucho y/o si váis a visitar muchos museos/atracciones turísticas, os recomiendo sin duda alguna, el London Pass (ya sea sólo para visitas, sólo para transporte, ó ambas). Nosotros empezamos nuestras andanzas, recorriendo la orilla del Támesis desde el Monumento (dicen, el más alto del mundo; sus 61 metros de altura, representan la distancia de 61 metros hasta el punto en el que se originó el gran incendio de Londres de 1666; se puede subir, obteniendo un certificado;), hasta las famosas Bridge Towers, parando antes en la Torre de Londres; ésta, es oficialmente la casa y palacio de su majestad, pero desde 1625, no reside en ella ningún rey; os recomiendo que veáis la zona de torturas, la colección de armaduras, la cámara blindada dónde se encuentran las joyas de la Corona Británica, los restos de la Muralla Romana, el punto de ejecución, y los 6 cuervos que según la leyenda, si desaparecieran, se derrumbaría la Torre.
Seguimos, y cruzamos las Bridge Towers, con visita incluida (te permiten andar por las pasarelas superiores, ver algunas exposiciones/reconstrucciones, y descubrir el mecanismo hidráulico de funcionamiento); Este puente, se construyó debido al desarrollo económico de la ciudad en el siglo XIX; aunque se construyó un túnel bajo el Támesis, éste sólo era peatonal; era necesario construir un puente para el tráfico rodado, pero que no cortara el paso de los barcos hasta el Puerto que por aquél entonces, se encontraba algunos metros río arriba; fue entonces cuando surgió la idea de este puente levadizo.
Retrocediendo por la otra orilla, llegamos al barco de guerra HMS Belfast, convertido en museo flotante tras regresar de sus maniobras; recomiendo que le dediquéis, al menos dos horas en recorrer todas sus plantas y salas; resulta muy interesante; no os arrepentiréis.
Seguimos avanzando, y tras pasar el Puente de Londres (moderno; no confundir con las Bridge Towers), nos encontramos la Southwark Cathedral; se trata de una zona muy bonita, llena de canales, barcos históricos, restaurantes, pubs y bares, donde tomar alguna cervecita para reponer fuerzas.
Desde este lado del río, se divisa muy bien toda la zona moderna de Londres, con su sobresaliente Gherkin, destacando sobre los demás edificios. Tras pasar el Puente de Southwark, se llega a la reconstrucción del antiguo Teatro de Shakespeare, muy cercano al Puente peatonal del Milenio; las vistas desde aquí, son preciosas: a la derecha, las Bridge Towers, hacia delante, la Catedral de St Paul’s, hacia la izquierda la Somerset House y la Estación de Charing Cross, mientras que hacia atrás, el Teatro de Shakespeare.
Nosotros seguimos hacia la Catedral de San Pablo, cuya cúpula (se puede subir) es impresionante (la más grande en su estilo, después de la del Vaticano). Fue construida en el mismo lugar en el que hace 1400 años se construyó la primera iglesia de Inglaterra (de madera). Además de subir a la cúpula, os recomiendo que visitéis la cripta, dónde se encuentran las tumbas de personajes como Flemming, Wellington, o Nelson entre otros. De aquí, cogimos el metro hasta Hyde Park (uno de los más grandes de Londres, y de toda Inglaterra), vimos el Arco de Wellington (junto con el Marble Arch, conmemora algunas de las victorias británicas en las Guerras Napoleónicas), y bajamos hasta el Buckingham’s Palace (residencia real) para ver el famoso cambio de guardia. Luego bajamos por St Jame’s Park hasta las Admiralty Houses, unas fotos con los guardias reales, y seguimos por Whitehall Street (nos detenemos a ver las Casas de los Ministros) hasta Westminster.
Aquí, resulta impresionante contemplar las Casas del Parlamento con su majestuoso Big Ben; cruzamos el Puente de Westmisnter (buenas panorámicas de la Gran Noria), para verlo desde el otro lado del Támesis; bajo la noria, podéis aprovechar para entrar al Acuario, o a los Salones de Juego Namco (impresionantes; con pista de coches de choque y todo, en su interior). Nosotros aprovechamos para tomar un “fish & chips” en la York Road (buenos restaurantes y muchas tiendas de recuerdos).
Retrocedemos sobre nuestros pasos, para bajar toda la Victoria Street; nos detenemos en la Abadía de Westminster (dónde están enterrados, entre otros, Darwin, Newton, Rutherford, Lord Byron, Livingstone, …), en la Iglesia de Santa Margarita (famosa por las bodas celebradas en ella), y en el Centre Hall. Seguimos bajando hasta la Catedral de Westminster, única que queda del estilo bizantino; enfrente está el moderno Cardinal Place; a unos pocos pasos, ya nos encontramos con Victoria Station, en cuyas proximidades se encuentra el Teatro Victoria Palace (actualmente, Billy Elliot).
Volvimos a coger el metro hasta el British Museum, pero en esta ocasión, sin detenernos el tiempo suficiente como para admirar sus numerosas colecciones (se necesitan días, y no exagero); así que, nos conformamos con ver algunas salas y el patio central (por la puerta central de la izquierda, se accede directamente a la Piedra Rosetta, famosa por marcar el comienzo de las investigaciones en el lenguaje jeroglífico; está escrita en egipcio, griego y demótico, y narra una sentencia de Ptolomeo V).
Luego ya nos fuimos a la zona de Earl’s Court, dónde teníamos el hotel (muy baratos, y mucho mejores que en el centro; algunos tienen microondas, y viene muy bien, ya que la comida es carísima; esta zona, está perfectamente comunicada con el centro por varias líneas de metro, incluida la Picadilly Line), vimos el Estadio del Chelsea, y fuimos a dejar las cosas en el hotel y ducharnos.
Ya, por la noche, nos fuimos a Highbury para ver el antiguo estadio del Arsenal (sede oficial desde 1913 hasta 2006), y el nuevo estadio (Emirates), mucho más moderno y dos veces mayor.
De ahí, nos fuimos a la céntrica Picadilly Circus, que como su nombre indica, es una gran glorieta (la mayor intersección de tráfico del centro de Londres), que por la noche cobra vida debido a sus múltiples restaurantes y tiendas, iluminadas por las pantallas publicitarias (antes de neón) de LED; en el lateral (antes se encontraba en el centro), podemos ver la estatua del Ángel; un poco más adelante, están Trocadero, y la fuente de los Caballos; si cruzamos la calle, y comenzamos a subir, nos encontramos con China Town.
Desde ahí, bajamos a la Plaza de Trafalgar (Square), lo que representa la Milla 0 para los británicos; es fácilmente reconocible por su gran columna de Nelson (muerto en la batalla de Trafalgar contra las armadas españolas y francesas). En los alrededores, también se encuentran la National Gallery y otros edificios emblemáticos. Tras ver el Big Ben iluminado, volvimos al hotel, dónde nos esperaba la cena que habíamos comprado horas antes; no podíamos exprimir más el día; además, debíamos darnos prisa, ya que al día siguiente nos esperaba Stonehenge …
Tras dormir escasas tres horas, nos pusimos en marcha hacia la Estación de Waterloo, de dónde saldría nuestro tren a Salisbury (estación de tren más cercana a Stonehenge). Existen muchas posibilidades para ir a Stonehenge desde Londres: hay tours guiados, buses a Amesbury (población más cercana), buses a Salisbury, trenes … Nosotros optamos por la opción del tren, ya que, aunque en el Reino Unido los trenes son carísimos, existe una empresa de bajo coste (Megatrain) que vende billetes dese una libra, si se compran con mucha antelación. En Salisbury (buena oficina de turismo en la propia estación), reservamos un tour que nos permitiría conocer Salisbury, Amesbury, Old Sarum, y Stonehenge (entradas incluidas), con la posibilidad de subir y bajar del autobús cuando quisieras. Empezamos por Salisbury, el típico pueblo inglés medieval (Rey Arturo), con una preciosa catedral, cuyo campanario es el más alto de Gran Bretaña.
Continuamos hacia Amesbury, otro pueblecito inglés, que sería nuestra puerta hacia Stonehenge, el más impresionante conjunto prehistórico de todos los tiempos; de hecho, sólo se encontraba a un par de kilómetros.
Por fin, llegamos a Stonehenge: IMPRESIONANTE. Una gran estructura circular a base de hileras de rocas de entre 8 y 35 toneladas de peso; algunos autores datan su construcción en torno al año 3000 a.C., lo cuál lo hace aún más interesante. El tour contaba con una audioguía, y cada cosa que escuchábamos, aún nos parecía más impresionante, a la vez que misteriosa … Los análisis petrográficos de algunas rocas, indican que se trata de una dolerita (roca ígnea básica, intermedia entre el gabro y la diorita) con algo de feldespato blanquecino; posteriores análisis químicos, y esto es lo que resulta más sorprendente, ubican geológicamente a las rocas en los Montes Preseli, a cientos de kilómetros de Stonehenge. Es cierto que con el agua, las rocas adquieren un brillo azulado, pero, ¿por qué ir tan lejos a buscarlas, si existen muchas otras rocas interesantes en el entorno? Actualmente, se ha reconocido que algunos minerales del macizo rocoso de Preseli, presentan propiedades curativas … ¿estamos, entonces ante el Lourdes prehistórico? También se cree (no hay nada seguro), que las rocas fueron trasladadas en grandes balsas de madera a través del actual Canal de Bristol, y luego por las orillas del río Avon hasta la llanura de Salisbury; imaginemos el trabajo que supuso dicho traslado en aquella época en la que la llanura de Salisbury era un bosque repleto de sauces y juncias … Inicialmente, se construiría un recinto de tierra compuesto por una zanja interior (diferente al resto de los henges neolíticos) y un terraplén; Posteriormente, entre el Neolítico Medio y el Final, se implantarían postes de madera alineados; Hace unos 4500-4800 años, se colocarían las piedras azules, y finalmente, se cerraría el círculo. Así, podemos distinguir trilitos (dólmenes) consistentes en dos pilares de piedra coronados por un dintel elevado a 4,4 metros de altura; el conjunto de dinteles y pilares tiene un conjunto de espigas y cavidades (machihembrado) para que embonen perfectamente una piedra con otra; también encontramos monolitos (menhires), que no son más que bloques de piedra verticales; estos menhires colocados en disposición circular, es lo que conocemos como cromlech. La sección principal consta de un circulo de 29.6 metros, formado por 30 columnas (quedan 17) rectangulares coronadas con dinteles (quedan 6). Tres metros hacia el interior, se distingue otro anillo de 60 menhires de la famosa piedra azul (quedan 20). Más al interior se encuentra una formación en herradura con 5 trilitos de gran tamaño (sarsen). Dentro de esta formación, encontramos otra herradura de 19 menhires. Finalmente, en el centro, se encuentra la piedra altar de 5 metros de altura (roca muy alumínica que produce un gran brillo con la luz del Sol). Fuera del complejo, están las piedras estación (sólo quedan dos) y la piedra talón; si uniéramos las cuatro posibles piedras estación, se formaría un rectángulo perfecto cuyos lados más cortos resultan paralelas al alineamiento marcado por la piedra talón. Es por eso, que su uso se atribuya a observatorios astronómicos, usos funerarios, o lugares de culto, sin saber aún a ciencia cierta cuál era su verdadera utilidad. Otras teorías hablan de los extraterrestres, el Mago Merlín y algunas antiguas leyendas …
Tras maravillarnos con las curiosidades y misterios de Stonehenge, nos fuimos a Old Sarum, o lo que es lo mismo, los restos de la antigua Salisbury; se trata de una colina circular situada a unos 3 kilómetros de la actual Salisbury, y que constituía una ciudad fortificada, cuyos primeros pobladores fueran probablemente del Neolítico; quedan algunos restos de lo que podría ser la planta de una catedral o iglesia, y en el montículo central, el castillo.
De ahí, como aún nos sobraba tiempo, nos fuimos a Bristol, donde la belleza de la Estación Temple Meads, ya nos sorprendió. Tras algunas fotos, nos dirigimos hacia la Iglesia St Mary Redcliffe, que es impresionante; nos la imaginábamos más pequeña. Luego, cruzamos el río Avon y fuimos a la Plaza de la Reina, dónde está la estatua de Guillermo III.
Cruzando el canal que sirve a la vez, de puerto, llegamos a la Plaza del Milenio, donde hay una gran esfera de espejos y algunas fuentes modernas bastante curiosas. Después subimos hasta la imponente catedral, la Council House y la Iglesia de San Agustín; en la catedral, fundada en 1140, son impresionantes las vidrieras y el órgano que se encuentran en su interior.
Continuamos hacia la zona vieja, pasando por la Plaza de Neptuno, dónde hay una curiosa estatua o algo así en el centro. Atravesamos Bristol, por la zona vieja, y volvimos a la estación, donde tomaríamos un bus al Aeropuerto, ya que a última hora nos esperaba un vuelo a Girona.
En Girona, como en las anteriores ocasiones, vimos las famosas Casas d’Onyar, junto al río, la Catedral, y los alrededores del Barrio Judío.
Tomamos unas cañas en la Rambla de la Libertat, y volvimos a la estación de autobuses, para tomar un bus al aeropuerto, donde tomaríamos un nuevo vuelo con Ryanair a Madrid. Y así, concluía hace unos momentos con la despedida del hermano de mi novia en el Aeropuerto de Barajas, esta megaescapada.